lunes, 25 de septiembre de 2023

Ser. De la monstruosidad y de no querer cambiarla

 Hoy me surgió una reflexión en torno a este tema de la autoestima, que tiene tanto bombo en el mundo por estos días y más para personas como yo que hacemos cosas relacionadas con el mundo de la espiritualidad. Es complejo este tema de la autoestima en este mundo capitalista donde vivimos, que inevitablemente permea la forma como planteamos la espiritualidad y nuevamente siento que hay aproximaciones que pueden distanciarnos de la vulnerabilidad y compasión y me toca especialmente, por lo que quiero compartir esta reflexión.

La razón por la que me la paso haciendo cosas relacionadas con el tema: cursos, talleres, formaciones, cartas astrales, es porque esta herida en mí ha sido desde siempre un reto enorme. Poder encontrar un lugar de aceptación de mí misma, confiar en mis cualidades y recursos y relacionarme con el mundo desde esa tranquilidad, es posiblemente algo que me tome toda la vida. Desde allí emprendí esta aventura del autoconocimiento atento y he incluso empezado recientemente a acompañar a personas a través de la astrología. El tema es que luego de años de estar en estas, si les soy muy honesta, hay una parte de mí que se sigue sintiendo insegura, que no confía en sí misma ni en lograrlo, que no sabe cómo seguir compartiendo las cosas que sabe ni si lo va a hacer bien. Y es muy posible, que esa parte esté siempre conmigo.

Y siento que si yo le pusiera toda esta presión de lo segura que tengo que sentirme conmigo misma, esa parte saltaría por la ventana o se encerraría en un lugar en el que nadie pudiera encontrarla y me llevaría con ella por siempre. Siento que incluso si le pusiera estos nombres sexys que se han inventado como ello del 'síndrome de la impostora', esa etiqueta se sentiría muy lapidaria para mí. Porque lidiar con aquello que nos duele es complejo, requiere energía de nuestra parte y muchísima compasión. Estos dolores vienen de experiencias que dejaron huellas intensas en nuestra psique y que tienen diferentes grados de profundidad para todes. Y ponerlos en un lugar en el que ratificamos que están mal, que contribuyen a la sensación de ser inadecuades, para mí no ayuda.

Entonces, es posible que para algunes sea sencillo (la verdad es que lo dudo) o que hayan encontrado mecanismos muy funcionales para evitar profundizar mucho en la oscuridad. Pero para otres no, para otres esto sigue siendo un asunto difícil y la presión por 'estar a la altura' del nivel que nos marca el mundo no hace otra cosa que dificultar más vivir con ello. Aleja más de la autoestima de lo que acerca.

Y además, ese lugar de dolor que nunca sana, es también fuente de belleza y conexión. Es el espacio de la melancolía para acercarse al arte, para abrirse a llorar en brazos seguros, para aceptar ese lado profundamente humano, frágil, insignificante que tenemos todos y que no riñe en ningún sentido con la parte luminosa y divina, porque fue a ser humanos a lo que vinimos. Nuestra luz y divinidad es eterna.

De manera que este texto es un elogio de la herida. Es un elogio a esas partes oscuras y dolientes que todes tenemos. Es un elogio de nuestro monstruo. Ese arquetipo tan rechazado por buena parte de la sociedad y por la obsesión con la perfección, y que a la vez entraña tanta belleza. Es la reivindicación de que sanar puede que no sea que eso desaparezca, sino que aprendamos a darle un lugar. 


Hoy leía un texto sobre cómo se ve una mujer magnética y decía que es una que no duda de sí misma, que siempre está bien parada, que brilla sin parar y mi sensación fue: es una mujer que no existe. Pero lo voy a matizar diciendo: es la mujer que no creo nunca llegar a ser. Y mi reivindicación conmigo misma ante eso es: y está bien. Y hoy abrazo a mi monstrua, a mi doliente, a la insegura, a la que no sabe si va a poder. Si me preguntara cómo actuaría con alguien externamente ante esos momentos de tanta vulnerabilidad que llegan en la vida, pues sería así: todo va a estar bien, no lo tienes que saber todo y puedes sentirte del nabo, ni ser perfecta y está bien.

Siento que esta experiencia humana para mí y todo eso de la autoestima se trata mucho de aceptar esas sombras. De ser un unicornio y un monstruo a la vez. Y siento que esos monstruos más que presión y expectativas, merecen mucho amor.

P.D: Ya más para el público astrológico, esto me conectó mucho con Quirón y escribiendo me di cuenta de que el camino de este personaje comienza así: sus padres lo ven monstruoso y desde allí lo rechazan. Y es Apolo, el sol, la reivindicación del Ser, quien lo acoge y lo acompaña a convertirse en un sabio. Qué preciosa metáfora de esto, no? Abrazar desde nuestro ser, desde esa luminosidad a este monstruo, no para querer cambiarlo sino para aceptarlo y dejarlo ser y ver cuánta sabiduría tiene para mostrarnos <3


No hay comentarios:

Publicar un comentario