domingo, 17 de agosto de 2014

Soltar

Él se fue hace cinco meses. Se fue en una noche en la que lo queríamos mucho aún. Se fue lleno de lágrimas en los ojos y sin decir claramente que se iba. Se fue y no le dijo adiós a nadie. Prometió que volvería. Y se fue, sobre todo, sin decirle nada a ella.

Cinco meses han pasado desde entonces. Cinco meses que para mí han sido una eterna búsqueda en la que todavía no encuentro respuestas. Cinco meses en los que he tenido que aguantar las lágrimas muchas veces, para que ella no sienta con tanta fuerza la pérdida.

Pero el hecho es que eso era imposible. Claro que la iba a sentir y con toda la fuerza del mismo amor que le tuvo durante todos estos años. El hecho es que la tuve en mis brazos llorando más de una vez expresando la falta que le hacía, hablando de los recuerdos y rogando por poder mantenerlos en su corazón, intactos, libres del dolor.

Hoy fuimos a elevar cometa. Es curioso que este mes de las cometas sea el mismo del cumpleaños de nuestra persona especial. Al menos a mí me lo parece y más con lo que sucedió.

Elevamos la cometa como nunca antes lo habíamos hecho. Tenía una fuerza y una emoción enorme. La sostuvimos, caminamos con ella, nos reímos. Le agradecimos por volar tan alto, por permitirnos esa sensación tan maravillosa y feliz. 

Pero la cometa decidió marcharse. Volaba demasiado alto como para volver y se sentía libre y muy feliz. Así que se fue...voló lejos, no sabemos a dónde, simplemente soltó el hilo y ya no pudimos recuperarla. Tampoco nos dio la posibilidad de decirle adiós.

Mi pequeña no podía creer la situación. Primero mostró sorpresa y luego cayó encima toda la tristeza del mundo en ella por la partida de la cometa. Lloró desconsoladamente en mis brazos sin conseguir sentirse mejor. Se preguntó por qué??? Por qué tenía que irse??? Por qué se fue si yo la quería???

Mis abrazos no pudieron contener toda su tristeza. No pudieron hacerlo en parte porque mi propia tristeza ya es demasiado grande para mí. Finalmente apoyó su cara en mi estómago y gritó con todas sus fuerzas su dolor. Varias veces. Lo sentí todo, cada parte de él. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no derramar un río de lágrimas al sentirlo. Pero a ella le sentó bien hacerlo, agradeció la capacidad contenedora de mi vientre. Creo que eso es algo que las mamás siempre conservamos para cuando nuestras hijas lo requieren...

Nos levantamos y miramos al sol. Nos tomamos de la mano y emprendimos el regreso a casa. Juntas. Sin ti. Las piezas aún están pendientes de organizar pero creo que ese llanto tan desconsolado fue un paso importante en el proceso de sanación que tenemos que vivir. Se trata de soltar el hilo y permitir la libertad.

La cometa nos recordó que cuando alguien quiere volar, vuela. Esa cometa, eras tú.