lunes, 18 de enero de 2016

Sobre el amor incondicional...o la mejor abuelita del mundo

Hace una noche fría, una de muchas en estos últimos días en mi linda ciudad. 

Escribo un poco de esto y lo otro y pensé que me faltaba dulce. Así que me he ido a la cocina y preparado una cucharadita de arequipe de café. Regreso a mi cama a seguir escribiendo y el sabor demasiado dulce de mi golosina me hace pensar que en realidad preferiría algo más suave: manjar blanco.

No todas las noches se piensa en el manjar blanco, pero esta vez me ha remontado muchos, muchos años atrás, a esa niñez de la que ya hablé en este espacio antes: la de la casa de mis abuelos. Pero no pienso en ambos, pienso en la mami, mi abuelita y de sólo recordarla se me ocurrió este título: amor incondicional.

He tenido muchos problemas con la comida toda mi vida, pero hubo un lugar donde siempre adoré comer y ahora que sí disfruto de esta actividad (¿placer?) muchas de mis memorias más felices están relacionadas con los sabores que producían esas manos generosas: las de la Mami. 

Y creo que lo más interesante es que eso me deja ver cómo la comida siempre estuvo atada al sentimiento que se le relacionara... Por eso, entre otros muchos sabores, a mí el amor, así como sentimiento universal, me sabe a mi abuelita y a todos sus cuidados. En esos sabores encuentro la leche de sauco para mejorarme de la tos, agua caliente para que la pancita me dejara de doler, galletas waffer o manjar blanco acompañadas de un buen vaso de leche y algún 'monito' en la televisión y (¡cómo no!) las muchas preparaciones del mejor arroz que se ha probado en este planeta.
 
Las manos de mi abuelita...Me gusta mucho pensar en las manos como ese lugar desde el que se construye, desde el que se da, desde el que se experimenta al mundo. Alguna vez una compañera del colegio me dijo que nada decía más de una persona que sus manos: que uno podía ver allí dónde había estado, qué había hecho, cómo se había sentido...Nunca me olvidé de eso. 

Y si hay alguien que me recuerde cómo hablan las manos de un ser humano es la Mami... Mi abuelita es de esos seres luminosos que han tocado tantas vidas como Dios les ha permitido y siempre para bien. Además del amor incondicional, que yo le pondría por segundo nombre, la Mami es generosa como nadie. Y generosa desde un lugar maravilloso, desde su corazón graaande y siempre dispuesto a permitir que nuevos seres lleguen a él. La imagen de su casa en mi infancia es la de un lugar lleno de personas felices, tomando tinto o chocolate... Los tíos y tías alrededor de su mesa café, en el centro pan rollito de Rosy Pan, queso doble crema de ese de esa época que era delicioso (más que el de ahora) y esa luz tenue que da el afecto presente, dispuesto, entregado.

También recuerdo su generosidad conmigo y con mis hermanas, que saborizaba con esa complicidad de las abuelas al entregar golosinas no autorizadas, sólo por el hecho de consentirnos. Su voz amorosa al entonar miles de melodías que hoy me acompañan cada vez que la mente está en blanco y quiere irse a un lugar feliz... 'Yo tengo un surco, tengo otro surco...'. Las conversaciones sobre los muchos libros que ella había leído y que me dejaban los ojos abiertos y la ilusión de lograr conocer esos universos alguna vez... Esa casa de ella y mi abuelito hizo que mi infancia brillara en cada momento que compartí a su lado.

Hoy ella sigue siendo ese lugar seguro al cual volver. Esas manos, ya un poco cansadas pero con la misma disposición hiperactiva de hace años, siguen preparando la mejor comida que se haya servido sobre la tierra y endulzan con su presencia la vida de todas las personas que la amamos. Siguen dando amor incondicional a estos seres que somos y existimos por su infinita generosidad.

Ya no es de noche ahora que termino de escribir esta entrada. Es media tarde y no hace frío en Bogotá. El corazoncito se siente llenito al terminar de escribir estas palabras. Me alegra mucho conocer el amor incondicional a través de ese bello ser. Esa es la semilla que germina en nuestros corazones. Eso es lo que quiero honrar hoy y para siempre de mi abuelita. El dulce amor incondicional que es fuente inagotable de amorosa generosidad.