jueves, 7 de noviembre de 2019

Amar la vida

El día de hoy vuelvo sobre un tema que ya me ha convocado previamente en este espacio: la vida. 

Creo que es seguramente una de mis tareas en esta existencia. Aprender a apreciarla. A lo largo de mis pocos años en el planeta he ido de un extremo a otro en ese camino... algunos días me ha parecido demasiado agobiante y he querido tomar la puerta de atrás. Otros me he aferrado con manos, piernas, dientes, pelo a ella... me he negado a dejarme ir. Otros he surfeado por olas bonitas... Pero lo que he hecho muy poco es pasar como si nada, como si no fuera, como si no estuviera. La vida es, para mí, algo que causa interés sin duda alguna.

Hoy nació mi sobrina-nieta Margarita. Es la segunda bebé en un tiempo muy corto en mi familia: hace apenas año y medio llegó Jacobito también, mi sobrino ahijado. Fueron embarazos retadores para mi hermana y mi sobrina. Eventos poco probables, inesperados, sorpresivos en todo sentido. Alegrías que hoy nuestra familia puede apreciar!

Y eso me ha llevado a una celebración profunda de la vida. Me ha llevado a entender que es realmente un milagro. 

En esto de aprender sobre riesgos, posibilidades, decisiones, supe que solamente una de cada tres gestaciones llega a término, a un bebé que nace y llora y es feliz y vive. Las otras dos, por las razones que sea, no llegan a ser vida. Es muy interesante conocer esto, porque cobran sentido a mis ojos todas estas políticas públicas y objetivos del milenio sobre el acompañar este proceso de que la vida sea posible. Es fácil ver la cantidad de humanos que somos y pensar que somos demasiados y que hay que detener todo esto, pero no vemos del otro lado.

Y sí, hay que detener la maternidad/paternidad inconsciente, la que no estará presente, la que abandonará, la que generará sufrimiento. Hay que detener la maternidad/paternidad sin amor, la desinteresada, la que no puede ver que tiene frente a sus ojos un verdadero milagro. Esos ejercicios hechos desde la inconsciencia, son los que nos dan niños que queman su aldea para sentir su calor. Nos dejan seres humanos vacíos, sin red, que se aferran a cualquier eslógan, a cualquier camiseta, a cualquier ejército, a cualquier moda para encontrar una gota del amor que les falta. Son ellos mismos los que seguirán la epidemia de suicidios infantiles y adolescentes que azota nuestra sociedad sin discriminar condición social, género, gusto musical.

Pero no es la vida la que debemos detener. Es eso lo que no estamos viendo, es lo que no estamos valorando. En medio de la angustia de la desigualdad, de la depresión masificada, nos olvidamos del milagro que es la vida. Nos olvidamos de que somos el éxito del amor de nuestros ancestros, de nuestros padres, de millones de años de seres que han vivido para que por un evento de infinita suerte estemos acá. Por eso nos tratamos como si fuéramos un virus incontenible, como si tuviéramos que ser erradicados, no le damos ningún significado a nuestras vidas.

Pero lo tienen. La vida es un milagro. Y si la vida es un milagro es sagrada, merece nuestro respeto y consideración. Si nos tratamos como este episodio sin par que somos, tal vez podríamos empezar a ver a las otras existencias como milagros también, como eventos afortunados... nos detendríamos más fácil antes de apretar un gatillo o ejercer cualquier violencia en contra de cualquier criatura. 

Si un bebé humano que nace es visto con alegría, con bienvenida, como un éxito de la vida sobre las infinitas posibilidades de azar en que pudo no ser, entonces su destino es un asunto de toda la sociedad. Entonces su madre es una heroína que merece de nuestro amor y atención, de la contención en su proceso de descubrir cómo es eso de acompañar. Entonces no estará sola aceptando su castigo por abrir las piernas, sino que tendrá a su familia y su comunidad caminando con ella esa ruta y nutriéndola para que pueda nutrir. Entonces el padre estará ocupado de celebrar el fruto de su semilla y se sentirá afortunado de haberlo conseguido, en lugar de abandonar corriendo o de mantener una presencia ausente.
Entonces ese o esa bebé y su educación no serán un privilegio reservado para unos pocos que sí 'valen la pena', sino un jardín para presentarles el mundo que ahora van a habitar, las relaciones de respeto que es importante que construyan, el lugar para celebrar y mostrarles la maravilla que son solamente por existir, para que así puedan tratar al resto de la creación como eso: como algo maravilloso y digno.

Si nuestros pequeños y pequeñas crecen con esas claridades, el actuar en contra de sí mismos, el ocasionarse sufrimiento para sentir, dejaría de ser algo necesario... con tanto que hay por hacer y transformar. Pero lo que tienen encima es nuestra mirada desconfiada con cada nuevo ser, como si fuera a robarse nuestro siguiente pedazo de comida... y luego nos preguntamos qué los lleva a decidir rechazarse, rechazar el mundo, rechazar la existencia del modo en que lo hacemos. 

La vida, queridos y queridas, es algo precioso y singular. Único. No estamos acá de azar, somos los más afortunados, las más suertudas, el episodio de eureka, el grito real de 'It's alive!'.

Así que querida Margarita, hoy celebro tu vida. Bienvenida, siempre lo fuiste desde el primer instante. Y a Sally, su mami, cuentas con tu manada, que está feliz hoy contigo, que ríe ante el milagro que nos has regalado!

Como decía alguien que no recuerdo quién era, podemos ver todo como normal o como un milagro. Hoy elijo ver el milagro que la vida es, desde el corazón y desde la mente y con todo el compromiso de mi ser por ponerme de este lado.

Gracias papás por darme la vida. Gracias abuelos y bisabuelos. Gracias porque nosotras, V y Jacobito y Margarita son el éxito de ustedes y de toda la humanidad.

Vida del amor <3
  


Para Margarita y Lavanda.