miércoles, 23 de marzo de 2016

El libro de la gratitud. Capítulo 9: Edwin


Esta entrada fue escrita hace más de dos años, cuando sentí por primera vez la fuerza de esta persona en mi vida: Edwin Cruz Soler. Corría enero del 2016. 

Edwin fue un episodio sin nombre en mi vida. De esos rayos que caen a veces y transforman el ser que una es. Es todo lo opuesto a mí: serio, cuadriculado, planificador, ciertamente un poco inflexible en la mayoría de cosas, super puntual.... Y es todo lo que admiro también: noble, dado a su familia, buen amigo, pacifista, generoso, inteligente... y con un maravilloso gusto musical :) Es un hombre, en todo el mejor sentido de la palabra. 

Así que no tenía sentido que esto no fuera parte del Libro de la Gratitud. Porque cuando se ama tanto a alguien,  cuando alguien le da tanto a una, está por siempre en el corazón y no se habría sido sin ese ser en el camino. Así que lindo, con la gratitud de mi alma por tu existencia, esto es para ti.

Edwin

Conexión. Click. Comodidad... Yo podría unir esas cosas en una sola palabra: reconocer. Reconocer al otro, saber que lo estás viendo de nuevo, que no es como conocerle por primera vez.

El tema es que no con todo el mundo te conoces de antes. 

Hace dos años estuve muy feliz en las playas de Nuquí. Fue el paraíso en la tierra. El verde por todas partes, en el límite con el azul del mar cada día después del final de la tarde, cuando la marea subía demasiado como para poder ver la arena. Llovió casi todo el tiempo que estuvimos visitando el lugar; pero el bellísimo paisaje, la  deliciosa comida, la buena conversación y las hermosas personas a quienes conocimos, casi lograron hacernos olvidar del cielo gris.

Entre la gente, había un personaje curioso: un hombre serio, pero que me llamó mucho la atención porque tenía una voz que me recordaba a mi príncipe Eric, que vive en Barcelona por estos días. Esa voz fue como una llamada a interesarme por él. El juego en las olas, el estar tomando fotos todo el tiempo, el gusto compartido por el mar y por sumergirse en él, complementaron el interés.

Fue un encuentro corto. Bonito. De esos que te dejan un sabor agradable. No creí volver a ver a esa persona porque quiso el destino que su hogar estuviera a 9500 kilómetros de distancia del mío...pero un año después hallé una invitación a tomar café en mi correo. Acepté alegremente, y con algo de curiosidad, ir al encuentro. 

Fue tal cual eso. Un encuentro. Un reconocer un lugar familiar. Nos hicimos buenos amigos. Le tomé cariño desde ese mismo día. Algo divertida por su seriedad, por la culpa que él sentía al encender cada cigarrillo que se le antojaba luego de verme encender el mío, por el momento de despedirse en que me habría gustado darle un abrazo grande pero la distancia era insalvable. Encantada de poder compartir percepciones sobre nuestras realidades

Y sin embargo, una dulzura muy bonita siempre presente y la voz del príncipe Eric...Cómo me parece de importante la voz...

Volvimos a vernos. Un poco más de tiempo. Lugares diferentes. Un par de amaneceres. Más risas, más complicidad. Pura conexión. Me gustó mucho su sonrisa. Abierta al final, durante todo ese momento... Esa sonrisa no estuvo tan clara el resto del tiempo, pero al final... sí. También sus abrazos, tan claros igual, tan tranquilos, tan seguros de disfrutar el momento. Llegó el momento de la partida y sentí que se me iba el corazón en ese avión...

Pero tuve suerte. Y nuevamente encontré un correo en mi bandeja de entrada con la canción que acompaña esta entrada. Ya no quise separarme de nuevo. Leímos libros juntos, compartimos canciones, caminamos hablando de cualquier cosa hasta la casa en distintos momentos del sol para ambos, sentimos la voz dormida al otro lado del teléfono haciendo el intento de mantener la conexión, nos mostramos aquellos lugares donde nos habíamos amado sin estar presentes, nos dimos, pese a estar tan lejos...

Hasta que no pudimos soportar la lejanía y volvimos a vernos....

Y entonces, pasó Cuba. País de sueños hechos realidad. Cuba de mar y viento, de atardeceres y baile, de preguntas infinitas, de mojitos y daikiris todo el día, de revolución y de duda, de amaneceres de amor... de amor interminable...Cuba me mostró cuán feliz se puede ser en este planeta. Creo que, luego del momento del nacimiento de Victoria, ese sería el lugar al cual volvería de tener que convocar un patronus. Lo hago de vez en cuando, cuando necesito recargar. 

Nosotros...Fuimos en ese encuentro. Fuimos cada uno verdaderos, honestos, bellos, completos. Nos pudimos compartir desde ese lugar de plenitud y brillamos hasta el infinito. Nos pudimos conocer. Allí nos permitimos, lejos del mundo, de las injusticias humanas, del clima inclemente que cambia y de nuestras raíces, de nuestros fantasmas, SER. Nunca he sido tanto como fui en ese pequeño encuentro.


Quiero quedarme con esta sonrisa y las conversaciones de 'qué tal sí', intactas en el tiempo. Quiero reírme cada vez que piense en que me gustan los chicos de barba o cada vez que imagine encuentros inesperados en los lugares más bellos del planeta. Quiero recordar el calor y la suavidad, la ansiedad y el latir del corazón que no se agota de amor. Quiero saber que ese es uno de mis momentos-lugares favoritos en el universo y que si Einstein tenía razón, podemos volver allí, cada vez que nos parezca divertido y será real.

Lo lindo del amor es que no tiene tiempo ni lugar. Gracias por este amor que me regalaste, por esta historia maravillosa. Gracias por tu entrega, por tu paciencia, porque sé que hiciste lo mejor por entender. 

Gracias  por el calor que trajiste a mi vida, mi corazón fue otro debido a ti y a esa tibieza y eso me hace un mejor ser hoy. Del mismo modo en que sé que seguirás transmitiendo eso al mundo, ten por seguro que lo que sembraste en mí, floreció.

Good night Benjamin