viernes, 15 de octubre de 2021

El libro de la gratitud. Capítulo 14: La sombra

Hay un capítulo de este libro de la gratitud que he intentado escribir muchas veces, pero que no he logrado conectar de la forma fluida en la que se han dado todos los demás. Me he paseado por aquí y por allá, pero aún no encuentro el camino. Ese capítulo, es el mío.

Sin embargo, he sentido que hoy he encontrado una puerta que tal vez me lleve allí y a escribir esa anhelada entrada... y es empezar por el revés, por el lado 'b', por la famosísima Sombra. Es una entrada sobre mí, un poco rollo 'upside down'. 

Hace un par de días tuve mi vacuna del Covid19. Me demoré un poco porque había tenido la enfermedad hace tres meses y bueno, esperé ese tiempo. Tomé mi medicina, me dolió mi bracito y volví a casa ya sintiendo un leve malestar en el estómago, en el aura, en un lugar que no sé cuál es. Fue un aviso muy corto para lo que vino después. 

En algunas otras entradas de este blog he mencionado por encima que sufrí depresión buena parte de mi vida. Alguna vez incluso estuve medicada, pero soy un ser demasiado intenso como para permanecer mucho en ese estado. Lo que sí me acompañó mucho rato fue esa sensación de sentirme inadecuada, de no pertenecer, de no ser amada porque había algo oscuro allí en mi corazón que ponía una distancia insalvable con el mundo. Seguro ustedes, queridas y queridos lectores, han sentido esa sensación en su relacionarse conmigo. Nada más escribirlo y siento miedo, no sé bien de qué. He encontrado maestras y ángeles en mi camino que me han acompañado a ver esta parte de mí y a empezar a vislumbrar abrazarla, por quienes siento inmensa gratitud (ya vendrá su entrada). 

Gracias a eso, hice de esta parte de mí como un perrito que tengo en secreto allí guardado, a buen resguardo y lo mejor alimentado posible, de tal manera que no ladre mucho y que los vecinos no se enteren de que vive allí. Esa 'yo' que niego de mí misma, que procuro que nunca, nunca se vaya a ver.

Pues bueno, el caso fue que la vacuna me produjo un dolor intenso de cuerpo, que nunca había sentido y me llevó a sentir el centro de mi pecho tan profundamente que no pude más que llorar y querer morir de nuevo, como tantas otras veces. Allí de nuevo. Sentir la impotencia ante mí misma, ante este cánido dolido que reclamaba mi atención. La frase era: ¡Mírame! 
Les describiré la imagen: fue como sumergirme en un océano, gigante, verde esmeralda y brillante, con los ojos cerrados como cada vez que entro al agua y me da miedo que me duela abrirlos y de pronto verme allí, frente a mí, completamente oscura y con los ojos fijos en los míos, esperando porque los abriera. Y lo hice. Y, damas y caballeros, qué fuerte es esa sensación. No es la primera vez de esto y siempre, siempre me conmueve.




Diana sombra es mil cosas, casi imposible de describir... infinita, compleja, atribulada, obsesiva, celosa, muy aprehensiva, intensa como no hay. Su piel es inasible y a la vez densa y tersa y eléctrica. Y me miró, con esos ojos grandes y abiertos, de no querer existir y a la vez estar dispuesta a dar la vida por experimentar cada pedazo de esta encarnación. Y allí estuvimos, llorando juntas, yo volteando la vista de vez en cuando, sin poderme escapar en medio de tantísimo dolor. Y me rendí allí, en esos brazos que tanto miedo me dan, que tanto reto me implican, que tanto quiero esconder.

Y en medio de eso, recordé una enseñanza poderosa que me dio una de aquellas maestras que me han acompañado: en la sombra también hay regalos. Y fue ella, y no ese lado luminoso, cursi y show off (que tanto me gusta) de mí, quien me recordó que este camino lo vamos recorriendo juntas. Que siempre fue allí en esa oscuridad donde pude encontrar tesoros que son hoy mis baluartes. Que también ella es la compasión, el amor, la entrega sincera que hoy puedo experimentar, que vinieron de allí, de esa aprehensión, de la intensidad, de la obsesión que se fue convirtiendo en determinación conmigo misma, en disciplina. Ha sido en ella, en sus fragmentos, en su aparente rotura, que me he ido armando, pedacito por pedacito.

Por eso hoy, esta entrada es para esa parte de mí. Este último día del año, este día de morirme a todo lo que fue este tiempo, quiero dedicarlo a la sombra. En infinita gratitud por estar allí, por ser parte de mí. Por las ganas de morir que luego me conectan profundamente con la vida, por esa dificultad para tomarme a mí misma, mis pliegues y dolores, mi historia, porque sigo aprendiendo de todo eso y no me aburro y con mucha frecuencia me divierto.

Gracias querida sombra, gracias querida yo por mostrarme el camino hacia mí. Y gracias porque fue en ese abrazo, en el fondo de ese océano que son mis emociones, las tuyas, las nuestras, que encontré la fuerza y la dicha de empezar este nuevo ciclo más abierta, con más amor y fue en tus ojos en los que pude vislumbrar esa posibilidad de aceptación de mí y de la vida, fue tu mano la que me llevó a la superficie otra vez.

Amor es una palabra pequeña para lo que esto significa.

Feliz final de ciclo. Gracias infinitas y que muera todo lo que fue, para que todo lo que es pueda vivir. Feliz cumpleaños a mí!

miércoles, 29 de septiembre de 2021

El libro de la gratidud. Capítulo 13: Miguel

Hace muchos años, cuando estaba pasando por mi adolescencia, tuve unos episodios de miedo y confusión muy fuertes. Mi madre, que siempre ha sido tan sabia, me presentó a un personaje que no sabía que me acompañaría durante mucho tiempo en mi vida. Y que, además, espero que me siga acompañando mucho tiempo más: el Arcángel Miguel.



Siendo quien es, se ocupó de mis temas en aquella época y lo agradecí mucho, porque pude volver a descansar. Y ahí quedó ese encuentro.

Algunos septiembres después, volví a conocer de él en diversos contextos que se aliaron para que ya no fuera tan fácil obviarle: empecé una terapia que venía directamente de él (con una bellísima piedra muy oscura); mi hija entró a un colegio cuyo método de enseñanza también venía de él; y una amiga muy querida me abrió la puerta a este bello mundo de los ángeles, que quiero honrar con esta entrada del libro de la gratitud. Es la primera que hago para un ser de este nivel de vibración y la hago con todo mi corazón.

Miguel se manifestó a partir de ese momento, de mil maneras. Su presencia es una que he podido sentir claramente, como pocas y con facilidad. Pronto le llamé mi 'parcero' Miguel y acogí su presencia con alegría. Supe que tendría que subir algunas montañas, pero que en ello ya no estaría sola.

No es ningún paseo esta relación, Miguel me ha enseñado el carácter, me ha motivado a ir por lo verdadero en mí y me ha acompañado al ladito cada vez que me pide ir más allá de aquello que me parece que es evidente. Ha dolido y también nos hemos divertido muchísimo. Ha sido mi puerta de regreso a la fe en algo más grande, en Dios. Sin duda ha sido el camino que recorrí para volver a los amorosos brazos de Jesús, desde un nuevo lugar, más libre.

Porque eso es lo que siento que me ha traído Miguel, y por lo que quiero agradecerte amado arcángel: el camino que me has abierto es hacia la libertad. Hacia una que puedo sentir verdadera, no de hacer lo que me da la gana caprichosamente, sino de encontrar mi centro, el amor por mí misma y desde ahí empezar a ver de nuevo la realidad.

Hoy, en este bello día en que le honramos en todas partes de este planeta que tan amorosamente ha acompañado desde hace mucho, tuve un día mágico del todo. Me desperté en amor, cerquita de los ángeles, sintiendo sus mimos en el sol de la mañana que me acarició la piel, y el verde de las hojas y los colores de las flores que alegraron mi corazón. Caminé con gusto por las calles, sabiéndome acompañada y de mi corazón brotaron preguntas maravillosas sobre la vida, sobre dios, sobre mí, sobre el amor. 

Y la primera respuesta que recibí, fue esta de Miguel. Que está conmigo, que me acompaña cada parte del camino (junto con mi amado angelito, Mr. Rafael y todo el combo maravilloso que son <3), que puedo seguir contando, como siempre, con su apoyo, su guía y su amor. Y esa presencia del carajo que tiene, tan contundente, bello del amor.

No contento con eso, se siguió manifestando todo el día, hasta hace un momento en el que una de mis guías en la tierra me ayudó a ver toda la cadena de conexiones y magia que fue este día!

Así que, amado Miguel, que sea la oportunidad de agradecerte, por ser mi compañero de aventuras, por tu fuerza, tu guía, tu maravillosa sabiduría y por la contundencia del sostén que eres en mi vida. Celebro mucho la magia que me has traído, toda tu paciencia y misericordia, que haces realidad en cumplimiento de la voluntad de Dios. Eres para mí, la manifestación del deseo del PS de que seamos libres y que nos sintamos y sepamos profundamente amados.

Dios te bendiga, hoy y siempre y me permita permanecer receptiva y dispuesta a tus enseñanzas y a tu amor.

Feliz día amado Miguel! Por la dicha de seguir caminando juntos!!



lunes, 19 de julio de 2021

Sangrar

Escribo esta entrada motivada por un querido amigo que me habló de la vulnerabilidad y me dio un contundente ejemplo de ella. La tenía en mente hace días, pero no había encontrado el punto para retomarla. También surgió como una forma de poner en palabras la emoción que me produjo la foto que acompaña esta entrada, que es protagonista también, no solamente las palabras transmiten. Así que, acá voy.



El verbo sangrar, es uno que me conecta profundamente con la vida, con el ser vivo o viva, con recordar que estamos hechos de agua, que somos seres emocionales. Para las mujeres, además, este verbo nos habita desde muy temprano, cuando empezamos a ejecutarlo mes a mes, durante buena parte de nuestra existencia, en una experiencia que permanece tabú en muchos sentidos y que por ello ha conllevado históricamente dolor, vergüenza, secreto.

Es el mismo verbo con el que estamos tan cerca y a la vez tan lejos en Colombia (pero no solamente acá). La sangre de miles de hombres y mujeres que la han derramado en tantas guerras sin sentido, que nos tocan al pie de la casa para que salgamos corriendo; o que vemos por televisión, como si fueran un programa de acción más, bajo esos horrendos formatos agringados de los noticieros...

Es el mismo verbo que nos gobierna cuando nos caemos de pequeños y vemos ese precioso líquido salir por la rodilla, o el codo, o el dedo, con la angustia de que va a durar para siempre y preguntamos a quien esté cerca si acaso nos vamos a perder por esos pequeños hilos rojos.

Y es lo mismo que sentimos, cuando algo nos duele mucho, ya no en lo físico, sino en el corazón, en las emociones. Cuando algo nos resulta incomprensible y nos atraviesa en este proceso maravilloso que a bien hemos tenido en llamar 'duelo'.

Fue en ese contexto en el que empecé a escribir esta entrada, que se acompaña de la foto que me tomé desnuda y con mi sangre menstrual cubriendo mis senos, mi corazón. Me atravesaba un dolor enorme en ese momento, fruto de una decisión que me llevaría por este camino del duelo, del soltar. Y me pareció una imagen hermosa esta de sangrar. 

Hace algún tiempo empecé a establecer una relación diferente con mi periodo: una de celebración, de juego, que me ha traído una profunda paz, mucha conexión con lo femenino, como una reconciliación con algo muy mío, muy nuestro, que había permanecido oculta mucho tiempo. Hace años leí una columna bella de Antonio Caballero en la que hablada de la tauromaquia. Luego de describir de muchas formas esta batalla simbólica que representa, decía que la muerte del toro en la lidia, es la única muerte de un animal que es bella. Así sentí en ese momento lo que me implicaba menstruar. Sangrar a manera de liberar y a la vez de sembrar en mí la semilla de nuevos ciclos, la forma más bella de sangrar.

El ver la belleza en esto, me recordó las otras formas de sangrar que me han acompañado en la vida: esta de la partida de alguien (tengo roto el corazón, sangro); la de las víctimas de 'esta guerra' que tanto nos han costado como país (83 líderes y lideresas asesinados en Colombia en 2021 hasta hoy), las caídas infantiles mías, de mis hermanas, las de mi hija (y las cirugías por las que hemos pasado las 4); la gota que sale del dedo producto de una hoja afilada que nunca logro ver venir.

Y me gustó ver esta imagen como una metáfora de la vulnerabilidad que implica este verbo. Abrir el corazón. Sentir los latidos. Dejar correr los torrentes de afecto, de miedo, de risa, la adrenalina. Sangrar. Poner la sangre en tierra. Amar y dejarse amar.

Plot twist: Ojalá que este verbo hoy en Colombia nos fuera tanto menos costoso. Ojalá que la sangre que corre en nuestra amada y hermosa tierra pudiera ser de esperanza y renovación, de respeto y amor por la vida, que fuera la sangre sembrada de miles de mujeres que celebran el futuro propio y el de sus seres queridos. 

Hoy, tristemente, esa sangre incluye la de Derly Pastrana, lideresa del departamento del Huila, con quien tuve el gusto de compartir y que ya no está más con nosotros en la vida. Deja un legado bello de reivindicación y reconciliación. Que su sangre y la de todas las personas que han muerto por la paz, empiecen por fin a abrirnos un camino de esperanza que nos ayude a superar esta soledad.  

Así que hoy mi vulnerabilidad por ella, por Junior Jein, por Karen Sullay, por  por todas esas voces que no van a cantar hoy más, pero que siembro en mi corazón para nunca olvidarlas y para mantener abierto, más que nunca, el corazón.

As-Salaam-Alaikum 

viernes, 12 de marzo de 2021

El Príncipe

No, si te contara, Ana. Es una historia de esas que parecían de amor. El tiempo va haciendo lo suyo, ya ves, y te das cuenta de que era más encantamiento que otra cosa. Debe ser por eso que en los cuentos los príncipes y las princesas están encantados.

Nos conocimos en una playa, lejos de acá, de esas que pocas veces se pueden visitar. Un romance de esos que ni para qué detallar: cartas interoceánicas, encuentros furtivos en el caribe, deseo a flor de piel muchas noches y tardes y días. ¡Cómo no iba a pensar que estaba enamorada! 

El chico era un príncipe, de hecho así le puse: Príncipe: bien puesto, con mil promesas en los bolsillos que no dudaba en repartir a diestra y siniestra. Serio, intelectual. Un sueño para mí, te imaginarás. De esas personas que van enrostrando su altura moral y buen comportamiento con todo el que les da la oportunidad. Me convenció, mal haría en decir que no. Duró un rato el romance, de verdad creí que había una historia allí.

Ya sabrás que esas cosas son insostenibles, sobre todo sin compartir la cotidianidad, no llegas a conocer al otro de verdad, te haces imágenes y poco más. El príncipe vivía al otro lado del mar. ¿Te das cuenta cómo esta historia toda parece hecha del material de la fantasía? Nos dejamos por cuenta de la distancia y del vacío que yo sentía en ese momento, fue cuando la niña se quiso morir ¿te acuerdas? Muy difícil momento, no tenía yo ojos para mucho más que eso. Y ahí fue que el príncipe empezó a aparecer de verdad: tres vueltas a la manzana y no lo volví a ver. El estaré aquí para ti por siempre duró menos de tres meses.

Intenté ¿sabes? Yo estaba muy encantada con el príncipe. Intenté buscarle muchas veces, invitarle a que viniera a mi lado, a que pudiéramos hacer realidad todas esas promesas que habíamos hecho. Ya me conoces, Ana, una vez que pongo el foco en un amor, me va la vida en ello. Años pasaron así, no te negaré que ríos de alcohol corrieron por mis venas en la búsqueda de olvidar. Un tiempo oscuro, no te mentiré, roto el corazón en pedacitos, por fortuna, ya sabes lo que pienso de estas cosas: la luz entra por las fisuras, qué le vamos a hacer.

Y también estuvo mi antigua manía de hacer que las cosas sean siempre cordiales... lo sé, lo sé, es un defecto de carácter, pero qué te voy a decir, Ana. Pensé que podríamos seguir compartiendo facetas y que desde la amistad algo de ese amor podía vivir. En verdad lo creí, creí que había lugar en el corazón del príncipe para mí.

Pero ya ves cómo poco a poco la realidad va tomando su propio peso y el cielo obliga a sanar. Una noche en que se pasó de tragos pude ver que ya ni se acordaba de mí! Y no me refiero a un pequeño olvido, sino al olvido total: Cuatro años borrados de un brochazo. Cuatro años en los que yo había estado escribiendo cartas, llamando, contando historias. Hasta hicimos el amor alguna vez en que coincidimos! Pero para él el tiempo se había detenido mucho antes y desde un día, un momento, nunca más me volvió a ver. Sostuvo mi mano sin saber que era yo, me escribió cartas pensando que yo era aquella que había sido tanto tiempo atrás. Me besó los labios y el cuerpo, pero no supo que yo estaba allí.

Fue ahí que entendí que lo que había pasado es que hacía mucho que no me veía, que había estado conviviendo con un fantasma. Todas mis preguntas tuvieron respuesta de una sola vez: ¿Cómo puedes respetar, querer, acompañar a alguien a quien no ves? No se puede, es lo natural...No se puede querer a alguien que no existe para uno.

El príncipe... Hay que tener cuidado con las palabras con las que uno nombra las cosas. Yo le puse un nombre de fantasía y eso fue lo que fue en mi vida.

Luego de ese día de tragos dejé de verlo y de hablarle. Fue como si el telón cayera de un momento a otro en una obra que hacía mucho que había debido terminar. Estaba yo ahí, sola, en medio del escenario, apenas consciente de que hacía mucho tiempo la función había acabado. Pasé varios días de fiebres y dolores en todo el cuerpo, me tomó un rato darme cuenta de lo que me estaba pasando: estaba liberando el gramo de fantasma que por capricho había conservado en el cuerpo. Porque tú lo sabes, Ana, ninguna de estas cosas las hace una por obligación, todas son voluntarias.

El príncipe... Todo este tiempo me tomó darme cuenta de que yo nunca fui una princesa.

lunes, 15 de febrero de 2021

Journeys end in lover’s meeting

Esta mañana me desperté con esta idea en la mente. Lo vi en una película de 'terror' hace poco y recordé que es de Noche de Epifanía, de Shakespeare. Qué frase tan linda y tan romántica.

Si nos quejamos de Disney hoy y de cómo nos jodió un poco la vida con las ideas que nos planteó, yo me iría mejor a Shakespeare, que tatuó este final maravilloso y sublime para cada historia de amor en nuestra psique. Ese momento del amor eterno, del amor que supera todas las pruebas para llegar al descanso de la persona amada, de ese que encuentra allí un claro despejado y donde los amantes 'fueron felices para siempre'. El viaje termina en ese encuentro. O ese final dramático y absolutamente precioso, igualmente eterno, que es la muerte, como Romeo y Julieta. Juntos para siempre en el 'cielo', con el total sacrificio del ser, porque es la única forma de probar que se ama. 




 

Qué expectativas tan poderosas que han puesto estas historias en nuestro ser. Qué rutas pacíficas que nos invitó a encontrarnos. El ‘premio’ al final de un gran esfuerzo: el amor.

 

Pero no ocurre así la vida la mayoría de las veces, o al menos no en apariencia. Salimos con esta esperanza y encontramos en el amor algo efímero, intrínsecamente frágil, que se rompe y con él a nosotros. Y viene el desencanto y el enojo. Viene la distancia y toda la larga lista de lo que se debe hacer cuando el amor 'no funciona', cuando acaba.

 

No nos dijeron, o no nos dimos cuenta, de que el amor, para mostrarnos sus colores, sus frutos, sus sabores, requiere tiempo. Al menos esto es lo que mis cortos años de vida me van mostrando. No era la promesa del fin del viaje que nos habían dicho, al menos no como nos la contaron... Nos hablaron de EL AMOR en torno a las relaciones de pareja y obviamos los otros muchos amores que nos atraviesan en la vida y nos van dando pistas sobre de qué se trata esto. Nos dejamos llevar por lo cotidiano de una mamá llevando a término un embarazo (fácil o difícil), de las manos de una familia que se unen al preparar de comer, de los esfuerzos para llegar a tiempo a compromisos. La presencia en las charlas con las amistades, ver amanecer, o anochecer o crecer una planta. El amor tenía tantas formas, era tan sublime, que necesitábamos de historias que lo hicieran más espectacular para poderlo notar.

 

Habitar esta vida, esta locura maravillosa, es un viaje, lleno de detalles con los que podríamos llenar diarios y diarios de historias: ‘Querido diario, esta mañana fui a recoger un paquete a la portería y al regreso había una familia jugando con burbujas en su jardín. Me tomó tan por sorpresa, que me quedé sin aire de la alegría y luego empecé a reír’.

 

Y, sin duda, el encuentro con alguien que nos sorprende, que nos saca de la ruta que llevábamos, que nos pregunta cosas nuevas, es el final de un trayecto. Pero no es EL FINAL del viaje (bueno, puede que sí, pero hasta ahora no, porque estoy escribiendo esto…), sino una invitación a continuar, a emprender nuevas aventuras, esta vez en la compañía de alguien, que nos dinamiza ese viaje, con quien podemos compartir y sentir la conexión profunda de corazón a corazón, manteniendo los retos propios del camino individual, como si fuéramos dos hermosas líneas brillantes y paralelas, que suben y bajan y danzan y que siguen siendo cada una. Y que como un científico que observa, transforma lo observado y se transforma al observar. Journeys end in lover's meeting.

 

La paradoja con mi crítica inicial, es que también siento que Shakespeare tenía razón. Sus historias eran metáforas. En el amor se muere y para que sea, sí requiere de nosotros la absoluta entrega de quienes somos y la certeza de que vamos a morir allí, nunca vamos a salir iguales, porque de salir así, no amamos, no nos dejamos conmover, nos mantuvimos cerrados y esa magia maravillosa del amor no pudo ocurrir. No estuvimos. La presencia conlleva ya ese cambio, que es inmanente a la vida.

 

Y los viajes sí terminan en el encuentro de los amantes. Los caminos que andamos sí nos llevan a esos encuentros inevitables que el destino nos tenía marcados para nuestra felicidad, nuestro dolor, nuestro asombro y nuestra transformación, nuestra dicha de vivir, completamente en el amor. 

 

Sólo que este amor no era ese remanso de descanso apacible que decían que era, porque la vida no es así. Sino un nuevo viaje maravilloso, que nos implica cumbres y valles y dulzura y también rudeza al mostrarnos nuestras profundidades más inquietantes. Llama más que nunca a nuestro viajero interno, al loco que imprime inocencia y desprevención para vernos nuevos y ver a la otra persona nueva, de manera permanente, en cada paso que siempre, siempre es diferente, aunque parezca igual.

 

Hoy se me ocurre que tal vez de allí viene el dicho de que ‘el amor es para valientes’. No porque haya que superar mil pruebas para llegar a ese encuentro (es posible que esas pruebas tuvieran todo o nada que ver con el 'llegar'), sino porque una vez iniciada la aventura, quedarse puede ser mucho más retador que irse. Abrir la coraza, ser vulnerables y dejarnos ver, puede ser el miedo más grande que enfrentemos cada vez, ese monstruo debajo de la cama o entre el armario que nos va a pedir nuestro mayor brillo, todo nuestro coraje. Sé que para mí, ha sido así. Y cada amor de mi vida, tanto románticos como no, han requerido de mí que me quite una capa más, que abra un pedacito más de la fortaleza, que deje salir una parte pequeña de la bola rosada, esponjosa y frágil que es mi corazón. Miedo no es palabra para lo que eso me produce... y a la vez, está el vértigo y la certeza de querer vivirlo. Pero voy aprendiendo a dejar fuera cada vez más los trozos de corazón que el amor me va sacando con risas y llanto y viajes y aventuras.

 

Los regalos que surjan de allí, de la entrega, como la vida misma, son inciertos. Es imposible saber qué es lo que vamos a encontrar y allí justo está lo emocionante! ¿Tal vez una nueva forma de ser libres? ¿Una nueva persona y forma de ser que no conocíamos? ¿Sacrificios, confianza, aceptación que no sabíamos que podíamos tener? ¿Disciplina y perseverancia? ¿Dulzura, placer, calma nunca antes experimentadas? Caray, el universo tiene tantas formas de ser, infinitas maneras de expresarse. Yo por lo pronto sé que soy otra, o tal vez más yo, luego de cada amor. De todos los amores.

 

Los viajes no terminan en el encuentro de los amantes, si no queremos que sea así. Más bien, si es nuestra elección y ponemos nuestra disposición, pueden ser un nuevo gran inicio <3 Sé que para mí ha sido así y ese estadio ha durado lo que ha tenido que durar. Igual que con el resto de la vida, quién nos quita lo bailado! Gracias por la transformación que este camino ha traído <3 




P.D: Querida vida, gracias por ser y por darme el regalo de esta existencia. Hoy particularmente lo celebro con el corazón abierto y la vulnerabilidad que conlleva esto de habitar, de ser. Aquí estoy! :) Y gracias Elizabeth Gilbert por volverse uno de esos nuevos amores, que aunque a kilómetros de distancia, me hizo el día hoy con su invitación a montarse en este viaje! <3