lunes, 1 de mayo de 2023

Reflexión del mes: Conectar no es lo mismo que amar

 En los últimos meses de la vida he tenido algunas experiencias que me han puesto a reflexionar (y vivir) mucho en torno a la importancia que tienen los vínculos para mí. He tenido algunos encuentros cortos, efímeros, y algunos de mis vínculos más significativos se han visto movidos por la enfermedad, la distancia, la posibilidad siempre presente de la muerte... en fin. Estaba dándole vueltas al tema en mi cabeza, pensando esta entrada, y mi mejor amigo posteó justamente algo sobre esto del amor y bueno... pues fue el empujón que faltaba para empezar a escribir.

Hace algunos años tuve un novio (uno de mis favoritos) que decía, cuando conversábamos sobre el reto que implican los vínculos: "Ay! Human relationships!" Haciendo alusión a lo retadores que son los vínculos, al movimiento interno y externo que implica conectar con alguien, a todo lo que esto nos puede mostrar de nosotres mismes. Yo, personalmente, pienso que no hay nada que nos ponga más en la tarea de vivir que eso: conectar. En eso estamos, permanentemente. De eso en últimas se trata la vida, lo que pasa es que seguido no nos damos cuenta.

Conectamos con el señor del taxi que se pasa el semáforo en rojo y nos dan ganas de darle un tirón de orejas; conectamos con nuestros compañeres de trabajo, nuestros jefes y aliades que impactan profundamente la experiencia que tenemos de cada día; conectamos con nuestros hijes, perres, gates. Conectamos especialmente con aquellos seres que hacen nuestra cotidianidad y que nos dan el privilegio de experimentales de cerca, de irles conociendo con el paso de los días y haciendo otro tipo de solidez en esos ires y venires del tiempo. Por eso es que el tiempo, hace lo suyo.

Y por acá fue donde mi reflexión se inspiró en primer lugar: no es lo mismo conectar con alguien que construir un vínculo, que amar. 

Muchas personas con las que he hablado del tema, que me han leído acá, que han visto mi tatuaje, saben que comprendo el amor como la fuerza que mantiene todo en movimiento y que impregna toda la existencia: el amor es todo lo que existe. Sin embargo, eso es un nivel de la comprensión. Yo creo, firmemente, que hay un propósito de amor en todo lo que ocurre, en lo lindo y lo feo, en lo gozoso y lo doloroso. Eso no quiere decir que no implique cierto nivel de conciencia el darte cuenta cuando estás causando daño. Por eso, no podemos equiparar amor con daño en nuestro diario vivir, pese a que en el fondo, ambas pertenecen a lo mismo. Esto es lo mismo que sucede con esto de conectar y amar: siempre, en cada conexión, podemos poner de manera consciente amor. Esto no es lo mismo que vincularse, que construir amor.

Porque la construcción de los vínculos, el cultivo del amor, toma tiempo. Toma tiempo para que podamos salir de las máscaras iniciales, de aquello que mostramos para vernos siempre lindes. Toma tiempo para calibrar las diferentes maneras de expresar ese amor: ¿cómo cuadran los lenguajes diferentes entre personas? ¿Cómo incursionas en el mundo de otre y te vas dando cuenta de dónde vienen sus maneras? Eso no ocurre en dos citas, querides lectores. Eso implica conversaciones largas, caminatas, días. 

Conlleva, además, curiosidad. Esta curiosidad a veces está impulsada por atracción sexual, otras veces por afinidad intelectual, otras veces por consanguinidades... En fin, hay algo que nos mantiene allí a lo largo del tiempo, a veces el suficiente para que la conexión trascienda y se convierta en algo más, en ese vínculo que ya no nos permite irnos de allí de un momento a otro, ya no es un: "sabes qué? esto se ha complicado mucho y no quiero enredarme la cabeza, así que mejor dejemos acá". Eso es un escenario en el que la curiosidad se ha ido o el miedo a vincularse ha podido más que esa curiosidad, o han llegado nuevas curiosidades que restan peso a la que estaba ocurriendo, las causas pueden ser muchas, pero lo cierto es que se corta la posibilidad del vínculo.

Pero la curiosidad es tan importante... porque cuando habitamos el proceso de vincularnos desde ahí, le damos tiempo al vínculo para que sea lo que tenga que ser. Porque estamos allí, disponibles para descubrir al otre y que se vuelva el gran amor de nuestras vidas o un gran amigo o un gran colega o un gran hijo de puta que no queremos volver a ver. Pero le permitimos que signifique algo para nosotros. Es tal cual lo del proceso de domesticación del principito y el zorro. No hay otra forma. Si no nos quedamos, si no damos tiempo, fue una conexión efímera, en ocasiones linda como cuando alguien te gusta y salen por un par de cafés y no pasa de allí; en ocasiones desagradable como el paseante que te bota una frase soez; en ocasiones simplemente una anécdota en la vida: la vez que llevé a una cita a un cumpleaños familiar y nunca más le volví a ver.

A lo largo de los últimos años en mi vida he podido experimentar esto del reto de los vínculos, muy especialmente en algunos románticos, con personas que se han dado la pela por quedarse y bancarse la transformación (junto conmigo, por supuesto). De ahí surgió el vínculo bello que tenemos hoy con el papá adoptivo de mi hija, que fue por muchos años mi compañero de aventuras de toda la vida. De ahí surgió también que uno de mis grandísimos amores de la vida, sea hoy la persona con la que compartimos profundas reflexiones de la vida y la política y que comprende muchos de mis sentires con casi apenas dos frases. Nos domesticamos. 

Mi mejor amigo ponía en su reflexión que cuando el amor es, es para siempre. Se transforma, se vuelve otras cosas, pero es innegable porque ya se ha puesto tiempo, energía, cuidado en ese vínculo. Ese vínculo existe, ese amor existe. Y qué fortuna cuando eso pasa, porque significa que se trata de amor correspondido.

Esa fue la otra parte que inspiró esta entrada. El valor de ese proceso, de quedarse, de apostar por esa curiosidad y construir. Nunca sabemos lo que estamos construyendo. Hace cinco años me encontré un personaje en un bar y luego, con tiempo y curiosidad, se volvió mi amigo, mi amante, mi cómplice. No lo vi venir, no pude saber que así sería, simplemente me quedé, le di espacio. Un día de julio de 2006 decidí dar espacio a un bebé en mí. Ese vínculo se volvió la aventura más linda, interesante y feliz de mi vida. Y también pudo ser un desastre. El tiempo es el que dice estas cosas, el tiempo y, por supuesto, nuestra decisión. Esto último es crucial, porque es esa decisión, consciente o inconsciente, la que permite que el vínculo se dé. Si nos vamos, si decidimos desistir, no ocurre.

Por eso (última motivación de esta entrada) cada vez que veo estos videos de 'hay que aprender a soltar', es importante recordar estas diferencias entre un vínculo y una conexión. Porque fácilmente, y lo digo como una persona evasiva, nos ponemos en esa línea para evitar el amor. No es lo mismo aprender a desapegarte de un vínculo que has construido, que te ha tomado tiempo. Ese desapego puede implicar distancia física, cambio en los términos del relacionamiento, múltiples transformaciones, en fin. Pero es real ese desapego, porque primero te apegaste. Y no hablo del apego romántico y superficial de 'acabo de conocer al amor de mi vida' (que, por qué no?), sino de ese apego que se construye desde el amor, ese que nos tiene acá como especie, ese que no es tóxico, en contra de todas estas frases de moda según las cuales todo proceso que nos vincule es tóxico (Es exitoso el capitalismo en su discurso, ala, nos rompe, nos lleva a creer que no somos mamíferos, pero va a ser que sí...).

Porque quedarse, amar, construir, no es fácil, pero es seguramente lo más bello que podemos regalarnos. Implica retos, paciencias, negociaciones. Implica ver aquello que no es lindo en el otro, aquello que no te gusta y quedarte. Implica, igualmente, dejarte ver y correr el riesgo del rechazo. Amar, vuelvo y lo digo como persona que he sido muy evasiva, da mucho miedo. Implica aceptar las transformaciones del vínculo y aún así persistir y eso es bien retador. Cada vez ocurre más, pero no ha sido siempre así... 

Amar es todo el paquete, no solamente las partes lindas y una vez que ya no sientes absoluta comodidad entonces te vas. Y qué bueno que no es así, porque si hay un lugar bello para habitar es ese espacio en el que nos sentimos aceptades y en el que podemos aceptar a les otres. En el que con los malgenios y desilusiones (inevitables desilusiones) sabemos que amamos a ese ser porque simplemente es, por el privilegio de tenerle en nuestra vida. No creo que haya alguna persona en el mundo que tiene vínculos significativos que no le han implicado retos o movimientos, qué triste sería la vida si eso no pasara. Amar, en últimas, nos implica una profunda vulnerabilidad y pues llegar ahí, tiene su proceso, al menos para algunas personas como yo.

Hace poco hablaba de esto con Victoria, de las llamadas 'complicaciones' que surgen en la vida (que es la vida, vamos...) y le decía eso, que ella, como ser, nunca me ha parecido complicada. Han surgido retos, aventuras, cosas que no sé cómo hacer, miles y miles de preguntas que impiden que me aburra un solo día, que me han ayudado a crecer, a tener perspectiva. Pero ella nunca, porque de eso se trata el amor. Ojalá pudiéramos amar a todes como amamos a les hijes <3. Confesión: no es así para mí hoy, sigo aprendiendo <3.

Como cierre a esta reflexión, que me ha movido bastante en estos tiempos de eclipses y vínculos (y además Caparrós me tuvo pensando mucho en colectivo), quiero celebrar a esas personas que se han quedado y celebrarme a mí por hacerles caso y quedarme. Celebro mucho esos amores correspondidos: hermanas, amistades, colegas, amores románticos. Les amo profundamente y amo cada paso de la historia que hemos vivido. Celebro las cercanías y distancias, las conversaciones difíciles, las peleas y las reconciliaciones. Gracias por estar en mi vida, por apostar por este vínculo, por darse el tiempo y la curiosidad de conocerme y por otorgarme el privilegio de conocerles también. No lo cambiaría por nada del mundo.

¡Qué viva el amor!


P.D: Esto también es para esos vínculos que estuvieron muy cerca y hoy están lejos. No me olvido un instante de lo compartido y tienen siempre, por siempre, un lugar en mi corazón. 

Y para ese que tengo en crisis: irmazinha, te amo y también amo este tiempo de reflexión y transformación.