lunes, 15 de febrero de 2021

Journeys end in lover’s meeting

Esta mañana me desperté con esta idea en la mente. Lo vi en una película de 'terror' hace poco y recordé que es de Noche de Epifanía, de Shakespeare. Qué frase tan linda y tan romántica.

Si nos quejamos de Disney hoy y de cómo nos jodió un poco la vida con las ideas que nos planteó, yo me iría mejor a Shakespeare, que tatuó este final maravilloso y sublime para cada historia de amor en nuestra psique. Ese momento del amor eterno, del amor que supera todas las pruebas para llegar al descanso de la persona amada, de ese que encuentra allí un claro despejado y donde los amantes 'fueron felices para siempre'. El viaje termina en ese encuentro. O ese final dramático y absolutamente precioso, igualmente eterno, que es la muerte, como Romeo y Julieta. Juntos para siempre en el 'cielo', con el total sacrificio del ser, porque es la única forma de probar que se ama. 




 

Qué expectativas tan poderosas que han puesto estas historias en nuestro ser. Qué rutas pacíficas que nos invitó a encontrarnos. El ‘premio’ al final de un gran esfuerzo: el amor.

 

Pero no ocurre así la vida la mayoría de las veces, o al menos no en apariencia. Salimos con esta esperanza y encontramos en el amor algo efímero, intrínsecamente frágil, que se rompe y con él a nosotros. Y viene el desencanto y el enojo. Viene la distancia y toda la larga lista de lo que se debe hacer cuando el amor 'no funciona', cuando acaba.

 

No nos dijeron, o no nos dimos cuenta, de que el amor, para mostrarnos sus colores, sus frutos, sus sabores, requiere tiempo. Al menos esto es lo que mis cortos años de vida me van mostrando. No era la promesa del fin del viaje que nos habían dicho, al menos no como nos la contaron... Nos hablaron de EL AMOR en torno a las relaciones de pareja y obviamos los otros muchos amores que nos atraviesan en la vida y nos van dando pistas sobre de qué se trata esto. Nos dejamos llevar por lo cotidiano de una mamá llevando a término un embarazo (fácil o difícil), de las manos de una familia que se unen al preparar de comer, de los esfuerzos para llegar a tiempo a compromisos. La presencia en las charlas con las amistades, ver amanecer, o anochecer o crecer una planta. El amor tenía tantas formas, era tan sublime, que necesitábamos de historias que lo hicieran más espectacular para poderlo notar.

 

Habitar esta vida, esta locura maravillosa, es un viaje, lleno de detalles con los que podríamos llenar diarios y diarios de historias: ‘Querido diario, esta mañana fui a recoger un paquete a la portería y al regreso había una familia jugando con burbujas en su jardín. Me tomó tan por sorpresa, que me quedé sin aire de la alegría y luego empecé a reír’.

 

Y, sin duda, el encuentro con alguien que nos sorprende, que nos saca de la ruta que llevábamos, que nos pregunta cosas nuevas, es el final de un trayecto. Pero no es EL FINAL del viaje (bueno, puede que sí, pero hasta ahora no, porque estoy escribiendo esto…), sino una invitación a continuar, a emprender nuevas aventuras, esta vez en la compañía de alguien, que nos dinamiza ese viaje, con quien podemos compartir y sentir la conexión profunda de corazón a corazón, manteniendo los retos propios del camino individual, como si fuéramos dos hermosas líneas brillantes y paralelas, que suben y bajan y danzan y que siguen siendo cada una. Y que como un científico que observa, transforma lo observado y se transforma al observar. Journeys end in lover's meeting.

 

La paradoja con mi crítica inicial, es que también siento que Shakespeare tenía razón. Sus historias eran metáforas. En el amor se muere y para que sea, sí requiere de nosotros la absoluta entrega de quienes somos y la certeza de que vamos a morir allí, nunca vamos a salir iguales, porque de salir así, no amamos, no nos dejamos conmover, nos mantuvimos cerrados y esa magia maravillosa del amor no pudo ocurrir. No estuvimos. La presencia conlleva ya ese cambio, que es inmanente a la vida.

 

Y los viajes sí terminan en el encuentro de los amantes. Los caminos que andamos sí nos llevan a esos encuentros inevitables que el destino nos tenía marcados para nuestra felicidad, nuestro dolor, nuestro asombro y nuestra transformación, nuestra dicha de vivir, completamente en el amor. 

 

Sólo que este amor no era ese remanso de descanso apacible que decían que era, porque la vida no es así. Sino un nuevo viaje maravilloso, que nos implica cumbres y valles y dulzura y también rudeza al mostrarnos nuestras profundidades más inquietantes. Llama más que nunca a nuestro viajero interno, al loco que imprime inocencia y desprevención para vernos nuevos y ver a la otra persona nueva, de manera permanente, en cada paso que siempre, siempre es diferente, aunque parezca igual.

 

Hoy se me ocurre que tal vez de allí viene el dicho de que ‘el amor es para valientes’. No porque haya que superar mil pruebas para llegar a ese encuentro (es posible que esas pruebas tuvieran todo o nada que ver con el 'llegar'), sino porque una vez iniciada la aventura, quedarse puede ser mucho más retador que irse. Abrir la coraza, ser vulnerables y dejarnos ver, puede ser el miedo más grande que enfrentemos cada vez, ese monstruo debajo de la cama o entre el armario que nos va a pedir nuestro mayor brillo, todo nuestro coraje. Sé que para mí, ha sido así. Y cada amor de mi vida, tanto románticos como no, han requerido de mí que me quite una capa más, que abra un pedacito más de la fortaleza, que deje salir una parte pequeña de la bola rosada, esponjosa y frágil que es mi corazón. Miedo no es palabra para lo que eso me produce... y a la vez, está el vértigo y la certeza de querer vivirlo. Pero voy aprendiendo a dejar fuera cada vez más los trozos de corazón que el amor me va sacando con risas y llanto y viajes y aventuras.

 

Los regalos que surjan de allí, de la entrega, como la vida misma, son inciertos. Es imposible saber qué es lo que vamos a encontrar y allí justo está lo emocionante! ¿Tal vez una nueva forma de ser libres? ¿Una nueva persona y forma de ser que no conocíamos? ¿Sacrificios, confianza, aceptación que no sabíamos que podíamos tener? ¿Disciplina y perseverancia? ¿Dulzura, placer, calma nunca antes experimentadas? Caray, el universo tiene tantas formas de ser, infinitas maneras de expresarse. Yo por lo pronto sé que soy otra, o tal vez más yo, luego de cada amor. De todos los amores.

 

Los viajes no terminan en el encuentro de los amantes, si no queremos que sea así. Más bien, si es nuestra elección y ponemos nuestra disposición, pueden ser un nuevo gran inicio <3 Sé que para mí ha sido así y ese estadio ha durado lo que ha tenido que durar. Igual que con el resto de la vida, quién nos quita lo bailado! Gracias por la transformación que este camino ha traído <3 




P.D: Querida vida, gracias por ser y por darme el regalo de esta existencia. Hoy particularmente lo celebro con el corazón abierto y la vulnerabilidad que conlleva esto de habitar, de ser. Aquí estoy! :) Y gracias Elizabeth Gilbert por volverse uno de esos nuevos amores, que aunque a kilómetros de distancia, me hizo el día hoy con su invitación a montarse en este viaje! <3