martes, 17 de octubre de 2017

El Libro de la gratitud - Capítulo 2: El papá :)

Capítulo 2: El papá


El papá... Creo que no hay palabras que alcancen... 

Su historia comenzó en un pequeño pueblito al sur del país llamado Garzón, en el que vivían Julio y María Isidra... y sus 12 hijos. Mi papá, como yo, tuvo que ser el queso: el hijo de en medio de esa gran cantidad de chicos y chicas que conformaron una numerosa familia. Los quesos sabemos que no es fácil. 

Se hizo a pulso, cada paso lo mereció. De corazón fuerte y valiente también, tuvo siempre el temple para emprender su propio camino, del modo en que, luego de analizar, le parecía mejor. Eligió por azar y por vocación la profesión de ser maestro y puso todo su corazón allí. Eso hizo afortunad@s a sus estudiantes, que podemos contar por miles y todavía en cada esquina de muchas partes de este pequeño país, le saludan con brillo en los ojos y la nostalgia que da ver de nuevo a ese ser que les ayudó a dar sentido a la vida, a lo bello y también a lo retador.

En cuanto a mí... Voy a empezar por los recuerdos bonitos de la infancia: Palmas grandes que batían al ritmo de la música colombiana (del norte y del sur), dedos chocando con sonidos fuertes, silbidos reconocibles a cuadras de distancia... Música de guitarra y cuentos para dormir, libros, muchos libros y palabras y entonaciones claras de historias de mis abuelos, variaciones inesperadas de esas mismas historias cuando el sueño no le permitía seguir el hilo. Y claro... mi adorada butaca.

Si mi mamá fue el primer amor de mi vida, mi papá le siguió de cerca...

Fue una historia distinta. Amor a primera vista. Tuvimos la suerte de tener temperamentos que podíamos comprender y eso creó una conversación propia, segura, basada en el amor. Mi papá me trazó unos límites muy claros, de la mejor manera en que pudo. Y hay que decir que funcionaron. Fue la base amorosa que me sostuvo, todavía lo es. 

Fue el papá más dulce del mundo... pero solamente luego de levantarnos para ir al colegio, momento en el que entraba acelerado en la habitación, afirmando que era una hora más tarde de lo que marcaba el reloj: 6:15!!! 6:15!!! Después de eso, venía el huevo tibio y el café de la mañana, con pan. Quién se iba a imaginar que luego de tantos años, viviendo en mi propia casa, ese se iba a convertir en mi desayuno de entre semana. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

Y claro, la mano de mi papá. Esa mano que no me ha soltado ni una sola vez en todos estos años. La que me llevaba al trote cuando cinco de mis pasos hacían uno de él (ahora son nada más como tres) a las 6 de la mañana en aquella trágica época que muchos recordamos del apagón.

La misma que con paciencia me convirtió en la señorita RAE y me explicó los ejercicios de matemáticas, sin cansarse, todas las veces que fue necesario. Esa mano que no se levantó más de dos veces para generar dolor. Su mano que saludó a Victoria con timidez cuando estaba aún en mi vientre, que me levantó cuando llegó el momento del nacimiento, y que recibió de ella ese primer gesto de cariño cuando aún no abría los ojos bien. 

Mi papá. Nuestra raíz. La base sobre la que la familia pudo construirse a punta de trasnochos y temple, bajo sus silencios a veces difíciles de entender, su palabras de aliento cuando me he caído (no sé qué sería de mí sin esas charlas calmadas), ese que cuando todo alrededor se apaga, nunca me ha perdido la fe. 

Gracias Papi <3. Gracias por ser mi apoyo incondicional, gracias por tu paciencia y buena voluntad, gracias por tu escucha profunda, por los crucigramas compartidos, por las llamadas al final de los partidos de fútbol, por las recomendaciones literarias, por el soporte que me has dado mil veces, por la fruta picada al llegar del trabajo o la universidad, gracias por 'las mañanitas' que este año no pudiste cantar y por 'las nochecitas'  que me conmovieron hasta llorar. 

Gracias por ese corazón noble que tienes, por el amor que me das y que también ha sido el piso para Victoria. No puedo estar más agradecida con el universo por juntarnos una vez más en esta aventura, gracias por ser el papá cómplice que has sido para mí y el abuelo maravilloso para V. 

Mis manos siguen siendo mucho más pequeñas que las tuyas, pero espero que lo que pongo en este planeta con ellas, te honre siempre y llene tu corazón de papá de más amor. Te amo con todo mi corazón ♥  





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