Escribí esto hace poco más de un mes, cuando aún estaba al otro lado del Atlántico, recién desempacado el hijo en su nuevo hogar. Siento lindo compartirlo acá, porque es una especie de capítulo del libro de la gratitud, posiblemente uno de los más dinámicos que haya. Acá va :)
Hemos emprendido una nueva aventura con Mars. Vamos a vivir, no sé por cuánto tiempo, muy lejos en kilómetros y en horas. Es nuestra más reciente aventura como familia zorro. Al momento en que escribo esto, no ha empezado realmente todo, aún estamos a pocos kilómetros y las horas siguen siendo las mismas. Pero ya hemos hablado de extrañarnos.
Y ha venido a mí la reflexión de la saudade (palabra preciosa que bien puede ser el mejor regalo del portugués), de esas cosas con las que hay que aprender a vivir extrañándolas. Hace años, cuando yo emprendí una aventura similar de ir a vivir a otro país, lejos de mi familia, con un bebé de la mano y la vida en dos maletas, sentí este proceso de extrañar. Extrañar la comida, los horarios, las costumbres. Y extrañar lo más entrañable: pelearme con mi papá por quién recibía el crucigrama primero el domingo, la radio sonando en mi casa con Sebas y en la casa de mis padres, cortesía de mi papá. La malcriadez de mi hermanita. El centro al atardecer. La risa de Tata. Cantar canciones con Sally. Consentir a negrito. Mi abuelita y sus historias. Escuchar a mi mamá y a mi tía hablar por horas.
Muchas de esas cosas nunca las dejé de extrañar y puede que nunca ocurra. Mi abuelita y su amor, sus cuidados, su paciencia: ahora que la he perdido a su mundo interno y cuando ya no esté acá tampoco en carne, eso siempre lo voy a extrañar. Escuchar a mi abuelito decir 'qué vaina' al perder en un juego, las charlas interminables entre mi mamá y mi tía, con esos tonos tan suyos. Las horas de hacer oficio los sábados entre canciones con mis hermanas. Todo eso nunca va a volver, y de algún modo, siempre lo voy a extrañar.
Y hoy la nostalgia tiene un nuevo huésped: Marsito. Mars y sus ojos cerrados con las manos extendidas en su cama en la mañana, profundo, tranquilo, esperando por mi beso de buenos días. Los domingos de preparar juntos el desayuno mientras me contaba historias de sus series, musicales y películas o algún 'té' de sus amigos. Las risas cómplices, que suenan exactamente igual y siguen los mismos tiempos. Hablar sin palabras porque los dioses tuvieron a bien brindarnos el don de la telepatía. Su cabecita suave, apoyándose en mi pecho, en un ritual sostenido desde que era bebé. Salir a caminar por nuestras 20 cuadras a la redonda amadas, llenas de esa historia que fuimos tejiendo con tanta dulzura y determinación. No hay forma de que deje de extrañar esta vida feliz que hicimos juntos. Una vida de amor real, sostenido en las tormentas y gozado tantísimo en mil aventuras. Este tiempo que termina y no volverá, es uno de los tesoros más felices de mi memoria.
¿Cómo, entonces, se puede vivir hacia adelante con tanto por extrañar?
Pues, porque por fortuna y si estamos lo suficientemente presentes en cada momento, la vida trae nuevas experiencias que se vuelven hogar: Luego de experimentarme en soledad en ese nuevo país al que me fui, ahora lo siento mi tierra y la comida que lloraba al principio se volvió una de mis favoritas y delicioso apoyo emocional en momentos de necesidad. Las calles extrañas y al principio feas, se volvieron familiares y llenas de personas queridas. Algunos de mis cariños más grandes viven allá, así como lugares favoritos a los que he podido volver varias veces, para calentar el corazón nuevamente.
Mis abuelos viven en mí y en aquello que de ellos sigo poniendo en el mundo: su amor y temple, su devoción a la familia, la comida rica y los juegos como gestos de afecto: eso sigue viviendo a través de mí y mis hermanas. Disfrutar hoy de las historias de mi mamá (que tantas me ha contado en este viaje al otro lado del Atlántico) y saber que las voy a seguir contando, porque me gustan mucho <3 El crucigrama como lugar de contención emocional cualquier domingo y la música que mi papá me regaló y que me sirve tanto de raíz, junto con su amor presente en cada célula del ser que soy.
Y con Mars, la dicha que siento al saber todo lo que viene. Castillos, caminatas en nuevas cuadras que poco a poco se volverán hogar, nuevos amigos y amigas que me voy alegrando de verle hacer, los éxitos de esa vida que en un momento pudo terminar anticipadamente y que ahora escribe tan bellísimas nuevas páginas. Ver el ser grandísimo que es y que seguirá creciendo y saber que en un momento se dormía profundo entre mi pancita y mi pecho.
Seguimos, porque la vida tiene siempre nuevas historias maravillosas que contar y que podremos compartir con esas versiones de nosotros que van dejando de ser para ver con aplausos y asombro todas las nuevas que van naciendo día a día. Sería una pena perderse eso. Morimos y nacemos todo el tiempo y así la vida sigue brillando y eso lo logramos estando presentes en lo que nos acontece hoy.
Naturalmente, este escrito tiene una dedicatoria específica a mi persona favorita, evento canónico, amor sin palabras que vino en forma de hijo hace casi 19 años. ¡Has sido la parte favorita de mi vida hasta hoy! Y toda esta nostalgia, esta dulce saudade, solamente honra tanta dicha compartida <3
Te amo mi lindo, gracias por tantos años de felicidad. Acá sigo sosteniendo toodo lo nuevo que nos traerá la vida y esta saudade del momento se convertirá en la alegría de saber que, cambios de por medio, este amor gigante sigue tejiendo el cuento divino de caminar nuevamente juntos esta tierra.
¡Ten una gran aventura y mil más!


Me encantó! 🥹😘🐕🐩🐺🦊🐱🐈🐈⬛
ResponderEliminarNanita que bellas palabras de Amor. Mars estará siempre en cada momento que compartimos cómo familia porque a pesar de la distancia está en nuestros corazones y lo amamos inmensamente. Te ama tú mamá
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