viernes, 20 de junio de 2025

Conmigo!

 Le di muchas vueltas a cómo empezar esta entrada, porque es una experiencia tan nueva para mí que no sabía cómo llamarla. Pensé en 'Sola' o 'Soltera', pero me sonó mucho a Shakira y aunque la amo, no da para tanto ...jejeje. Tampoco cuál tono iba a tener, aún no lo sé, lo vamos a averiguar juntos mientras escribo.



El caso es que, hace año y medio, decidí tomarme un sabático de las relaciones románticas y ha sido una experiencia increíble en mi vida. Podría parecer algo de sentido común para muchas personas, pero para mí no lo era. Me impuse esta adhitthana, esta firme resolución, de no involucrarme de ninguna manera (ni siquiera un besito) con nadie durante un año, como un regalo para mí, como un espacio que quería abrirme a mí misma, luego de nunca haberlo hecho en la vida.


Muchos caminos me trajeron acá: una larga y muy retadora relación que me confrontó con muchas cosas que creía que creía; unos años de retos innombrables con mi hijo; agotamiento físico y emocional inexplicable, en fin... una suma de elementos que me llevaron a reconocer que yo en realidad no estaba disponible de corazón para nadie, y, sobre todo, no estaba disponible para mí. Y que desde ahí cualquier historia iba a ser más de lo mismo: un poco más de poder acá o allá, pero siempre el desbalance y la dificultad para habitar la intimidad, que es un enorme reto para mí, como he mencionado en otras ocasiones.



Con todo eso, me subí a este bus. Cerré las historias del momento lo mejor que pude y a mediados de enero, luego de salir gateando de esta relación larga e importante, hice mi noble propósito. Me ayudó mucho que la historia principal del momento coincidiera en sus tiempos para alejarse, eso debo admitir y agradecer :) 

Y ha sido un poco como esa conversación del oráculo con Neo en Matrix 2: 'Ya tomaste la decisión. Ahora tienes que entenderla'. Porque yo sabía que eso me pedía el corazón (desde hacía un par de años, en realidad) pero no sabía bien por qué, ni qué iba a surgir en mí con este voto.



Sentarme a escribir sobre ello hace parte de la experiencia. Una vez terminado ese año voluntario (que no sé si será mucho más tiempo en realidad, pero ya me cumplí la promesa) ¿Cómo me siento y qué he recogido? ¿Qué tanto pude observar de mí misma sin un objeto romántico en el cual mantener mi atención distraída?



Lo primero, el regalo más lindo, la dicha a cosechar luego de este tiempo es que me siento mucho más cerquita de eso que llamo 'mí'. Como había comentado hace un par de meses en otro post, las rutinas de autocuidado, deporte, alimentación, largas conversaciones con mi junta directiva interna, se fortalecieron. Se amplió un espacio que siento que me había costado mucho trabajo dar: el mío :) 



Y descubrí, entre otras cosas, que parte del problema con esa auto-supresión es que tanto mis personas como yo nos perdíamos de mí, porque no estaba nunca del todo. Hablaba hace muy poco con mi hermana mayor sobre cuál era la experiencia de habitar el espacio conmigo cuando estaba con mi última pareja y me decía que parecía que yo no estuviera, era una versión robotizada de mí o algo por el estilo. Y qué triste saber que, luego de tantos años, tanto amor que profesé a esa persona, fue muy poco lo que pude permitirle ver realmente de mí porque sentía mucho miedo de incluirme en la ecuación. 

A esa misma conclusión llegué con otro par de historias, una de ellas la que me había dado por llamar fantasiosamente como 'la más', para darme cuenta de que nos idealizamos de ida y vuelta sin enterarnos realmente de quiénes éramos nunca. Un amor eterno declarado a una fantasía mental de cada uno. Sé que el amor es por estos días así la mayor parte de las veces, pero una cosa es saberlo y otra poder llegar a sentirlo. Hay algo de amor en esos ideales, sin duda, pero no en profundidad y bueno, el primer paso para superarlo es reconocerlo.

Otro elemento vital y divino de ver, es que había estado huyendo tanto tiempo del dolor, acumulando relación tras relación, objeto de la obsesión tras objeto de la obsesión, que lo único que hice fue enterrar a uno debajo del otro y no me di el tiempo de sentarme a resolver los pendientes de esos vínculos dentro de mí, conversar con qué era lo que venían a mostrarme, dónde me tocaron. En este tiempo incluso llegué a llorar por el padre de mi hijo, enterrado 18 años atrás sin que siquiera me enterara de ello, y vivo de alguna forma allí, sin procesar, bajo el 'todo está bien, ya me volví a enamorar'.

Este modo de operar me había traído profunda soledad y muchos conflictos. Me hizo una hija funcional del patriarcado, enajenada en mis romances sin ocuparme de mi vida, pero sin estar tampoco en los vínculos completamente. Era mi escape favorito. Esta pausa abrió un periodo de profunda honestidad conmigo misma. Espacio para escucharme, para mirarme con calma en el espejo, sin el afán de tomar esa mirada con el objetivo de conseguir al siguiente 'príncipe azul'.


Y el otro grandísimo regalo fue ampliar la mirada, dejando de buscar ese 'amor', para ver el AMOR que efectivamente hay en mi vida. Descentralizar la atención, para reducir mi propia carga y también la que ponía en el rol de la pareja. Poder observar que muchas de esas cosas que estaba buscando en los vínculos románticos, ya las tenía, en otros vínculos, de otras maneras, incluso más dulces y con una regularidad más amable con mi sistema nervioso.

Así que muchos vínculos se fortalecieron durante este año. Me di cuenta de que, igual que hacía con mis parejas, no me había tomado la pausa para conocer a mis amigos, preguntarles por sus historias, saber un poco más de dónde vienen y cómo fue que terminamos resonando. Le di TIEMPO y un lugar más dulce y central a la amistad. Y qué belleza encontré en ello y qué gratitud infinita que siento hoy con eso. Y han llegado personas hermosas, con historias complejas como la mía, pero en la misma búsqueda de cambio, de profundidad, de afecto genuino en el vínculo. Y sí que he sentido lo mucho que llena eso el corazón!



Naturalmente, vienen los periodos de prueba a lo largo de la adhitthana. Amistades que quisieron volverse romances y que tuve que dejar ir, porque pude ver que caer allí era seguir el mismo juego de siempre: la evasión. Saberme capaz de decir 'no' y lidiar con la profunda incomodidad que eso me produce. Y ver que esa fue la primera barrera que aprendí y que la sociedad muchas veces nos promueve, porque cuando no se puede decir que no en una relación, no hay libertad real. 

También me he dado calma para hacer mis duelos sin esconderme de ellos, llorar las subidas y reír las bajadas, ya sin procurar 'reemplazar' los lugares, cosa que nunca fue posible, pero yo me creí que sí. Aceptar que así como yo había tenido que irme de algunos vínculos porque simplemente no me podía quedar allí, así le pasó también a personas profundamente amadas por mí. Me di cuenta de mi propio chantaje: o lo haces como yo quiero, o no te quiero. Y comprender que si ese era el negocio, el afecto allí realmente no era, por doloroso que sea de admitir.

Y pues, empezar a cambiar mis apetitos. La no disponibilidad era mi cualidad favorita para enamorarme de alguien. Por las razones que fuera, pero que la persona no pudiera estar conmigo, eso era lo que yo inconscientemente necesitaba saber y me resultaba profundamente atractivo. El final de año fue muy ilustrativo en ese sentido porque volví a encontrarme en circunstancias diferentes con personas que habían hecho parte de mi historia de los últimos años. Personas con las que adoraba coquetear y mantener una rendija abierta por si acaso no me salían las cosas bien. Y el thrilling se fue. Ya no me pareció sexy la gente tan ocupada que no tiene tiempo para ir por un café, ni la que vive en otra ciudad, ni la que anda buscándose (igual que yo) y con una agenda prioritaria antes que cualquier otra relación. Pude despedir con gracia esos 'crushes', con afecto, sin pelearme con ellos y ponerlos cada vez más en lugares reales y amorosos.

Naturalmente, una no se cura de una adicción en año y medio. Me veo entrando en dinámicas obsesivas con la facilidad de los caminos conocidos. Procuro acompañarme compasivamente en ello (eso es primer paso permanente), y además, esta nueva sensación está en el cuerpo y cuando me voy a extraviar ya tengo un lugar al cual ir para recordar que estoy conmigo, primero que todo, que de verdad este es el vínculo más importante de mi vida; que me interesa la reciprocidad en mis relaciones y que ahora puedo poner presencia, dulzura e interés genuino en esas conexiones, así como 'no' claros cuando no me interesa ir más allá con alguien. 

El amor es tiempo. Solo se ama lo que se conoce y no puedes conocer algo si no le das tiempo de manifestarse, de moverse, de ser, es con tiempo que ocurre la profundidad. Por eso es tan importante el tiempo para sí y observar el trasegar del propio ser a través del tiempo. Se va viendo qué prevalece luego de tantos cambios que propone la vida, cuáles son mis maneras, qué me importa en un momento o en otro. Por eso es igualmente clave permitir los tiempos de los vínculos, para poder apreciar al otro mientras está y para honrar cuando se ha ido. 



Ayer tuve ocasión de encontrarme de nuevo con el vínculo que ayudó a que me diera esta pausa hace año y medio. Hubo muchísimos corto-circuitos en esa relación, muchas cosas que no supe hacer y que esos meses de distancia me han ayudado a ver (no les digo? el tiempo...); y en medio de lo ansiosa que me sentía por verle de nuevo, el amor me ayudó a atravesar eso y quedarme presente en el encuentro. Y eso me confirmó, una vez más la frase que además tengo tatuada, que el amor es lo único real. 

Y eso derivó en este último pensamiento que les quiero compartir. Los retos de los últimos años de mi vida me han dejado el mensaje clave de que el amor no es solo rosas, risas y felicidad, incluye incomodidad. Incluye dolor, mal genio, desencuentro, el reto de relacionarse con el otro y de incomodarse. El tema es que para poder hacer eso con otro ser, hay que empezar a integrarlo gradualmente en el propio interior. Habitar nuestras emociones difíciles sin enviarnos lejos a través de estrategias evasivas. La autoestima se nutre de afirmaciones positivas (que además soy la primera en practicar) tanto como de gestionar aquello que no nos gusta de nosotros mismos y aún así, seguirnos queriendo y aceptando. Es así que podemos querer a nuestras personas, con todo lo que igual no nos gusta de ellas, que siempre va a estar.

Así que, balance de año y medio de soltería: Lo quiero todo conmigo!!! Gracias por el ser intenso que soy. Quiero atravesar las mil emociones de cada día y quedarme a sentirlas una por una y en sus diversos mix. Quiero la vida completa, con la luz y la oscuridad, con los viajes por carretera y las caminatas por montañas, en el éxtasis y en la pereza, en el frío que sufro y el calor que disfruto, con el tantra donde acepto todo y en el compromiso diario de contribuir a que este mundo sea mejor también. Con este amor por mí, creciente, y también con el amor de mis amades, en expasión y profundidad.



Gracias al amor que inunda mi vida de tan diversas formas y que solamente me pedía estar para poder expandirse <3

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